Historia de la cocina extremeña
El descubrimiento de América, representado en primera persona por ilustres extremeños, también nos trajo ricos y sorprendentes tesoros culinarios. Entre ellos el pimiento, que comenzó siendo consumido como pimentón y acabó siendo el componente principal de las chacinas. La mezcla de grasa de cerdo, patata y pimentón dio lugar a un embutido modesto pero de gran calidad: la morcilla patatera.
Pero lo que más deslumbra de Extremadura a la gente del buen comer son sus materias primas únicas, criadas en las extensas dehesa: desde el vacuno retinto, hasta la oveja merina y el cerdo ibérico. Entre los jamones ibéricos, cabe destacar los de la dehesa de Badajoz El Yantar de Mérida , Montánchez, Piornal o los de Valencia de Alcántara. Otras chacinas y derivados del cerdo de interés en la despensa extremeña son sus excelentes lomos, chorizos, morcillas, morcón y salchichas.
Otros platos típicos y característicos por ser energéticas comidas de campo, son los utilizados por los pastores, recetas que ellos han transmitido año tras año, en unas condiciones muy duras, dedicados al cuidado del ganado. Entre estos platos merecen un lugar destacado la olla con matanza, las migas -que se pueden comer con torreznos, con chorizo, con lomo fresco o conservado en aceite, con sardinas o con uvas- y la caldereta. Mucha gente prefiere la caldereta de cordero extremeño, y a ser posible, que sea un animal no excesivamente joven que haya formado grasa, porque el resultado final será más sabroso. En cambio, en el caso del cabrito, se prefiere asado y aderezado con las hierbas salvajes de los montes, ya que así alcanza su máxima calidad. Siempre, siguiendo el refrán: “el cabrito de un mes y el cordero de tres”.
La caza, entre ella el jabalí y el ciervo, ocupan un lugar muy destacado en la cocina extremeña. Siempre predominan los guisos en los que el arroz, el tomate, el pimiento o las alubias son el soporte de la siempre codiciada presa venatoria. Aunque sin los tesoros del mar, Extremadura sí puede alardear también de los pescados de sus pantanos, ríos y charcas: de la trucha en el Jerte a las tencas fritas o a la cazuela.
Otro producto especialmente bueno son los quesos extremeños de cabra (Acehúche, Gata, Ibores, Hurdes, Vera) y los de oveja de Cáceres y La Serena. Pero sobre todos ellos, destacamos por ese prodigio de la gastronomía llamada Torta del Casar. El queso con miel siempre ha sido un delicioso manjar, y Extremadura puede presumir de tener una amplia variedad de mieles en sus cuatro grandes zonas apícolas: Las Hurdes-Sierra de Gata, los aledaños del Tajo, la Sierra de San Pedro y las Villuercas-Siberia. Cada tipo de miel -tomillo, brezo, espliego, tilo, pino o eucalipto- contiene unos determinados elementos curativos. Además de servir de complemento a varios dulces muy apreciados, como los nuégados, el piñonate, las navezuelas en meloja, los gañotes, los pestiños, las flores, las candelillas de Zarza Capilla o las rosquillas de alfajor de Cásar de Cáceres. Sin olvidar la técula mécula de Olivenza, las tenquillas fritas de Zarza la Mayor, los huevos rellenos en dulce de Trujillo o la hojaldrada de almendra de Bienvenida. Sin olvidarse de su tributo a la cereza del Jerte.
La Cerezas del Jerte, picota se diferencia de las demás cerezas del mundo porque la cereza del Jerte madura en el árbol y no como el resto al calor del Sol y por lo tanto la del Jerte es más rica en azúcares y su sabor es inconfundible e inigualable.