El Puente Romano de Mérida es uno de los más largos de la antigüedad. Una obra que da sentido a la existencia de esta ciudad ya que por su valor estratégico fue un elemento crucial para el comercio y para todas las guerras que han tenido como escenario al occidente de la Península.
Este puente está construido en su integridad de hormigón forrado de sillares de granito. Hoy compuesto por sesenta arcos de medio punto, tiene casi ochocientos metros de largo y doce metros de alto en los puntos más elevados. Además, las pilas de estos tramos están perforadas con arquillos a modo de aliviaderos, con el fin de reducir la resistencia a la corriente de una obra tan robusta como es la de este puente.
Tuvo numerosas restauraciones desde época visigoda hasta el siglo XIX, aunque las reconstrucción más importante es la llevada a cabo en el siglo XVII, en la cual se le añadieron cinco arcos en su tramo central y sendos descendederos que nos permiten acceder a la Isla.
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