La leyenda popular más famosa sobre la fiesta dice que hace siglos una familia muy pobre de siete hermanos se acercaba todos los años por el día de San Blas para pedir limosna. Cuando pasaron 16 años ya habían bailado 16 danzas diferentes y al año siguiente se tuvieron que tiznar la cara de negro para evitar que les reconocieran. Fueron reconocidos y los vecinos les permitieron regresar todos los años al pueblo para interpretar sus danzas con la condición de que bailaran todas las danzas y con las caras tiznadas.