Exposición de Manuel León, en el Patio Noble de la Asamblea de Extremadura
Que el verano es sobre todo luz es algo que a ninguno de los habitantes del suroeste peninsular nos es ajeno. Tampoco que la luz, esta luz estival, perfila y vuelve más intensos los matices de los pueblos y las ciudades de nuestra geografía. Parte de esto que digo se aprecia en la obra de Manuel León, repleta de viveza, de color, de frescura.
Aunque en la mayor parte de los cuadros de esta exposición predomine el paisaje urbano, horizontes casi de cuento, con casitas amontonadas que a veces se miran y precipitan en el mar, hay ejemplos de otros momentos creativos, como el uso del collage, que nos muestran el deseo de este maestro emeritense formado en arte por investigar diferentes técnicas y temáticas. Hay una pretensión continua en Manuel de crear esa sensación de superposición, de volúmenes que sobresalen de otros, utilizando para ello a veces pequeñas piezas de madera que resaltan aún más ese efecto y lo vuelven más vivo al ojo.
En todo caso, si hay algo destacable en Manuel, que también se refleja en su pintura, es su humildad, que tiñe su trabajo de un toque naíf que estoy segura de que ustedes sabrán apreciar.
La ciudad como argumento de la luz y el color. La ciudad como «un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje», que escribiera Italo Calvino en Las ciudades invisibles. Un lenguaje tan propio y personal como el de nuestro extraordinario artista.