Las posibilidades de disfrute para el viajero de nuestra tierra se alargan durante todo el año. El clima es suave en invierno, resultando ser un otoño-primavera que da paso a un largo y cálido verano.
En el estío, el regadío y los embalses atenúan las temperaturas, sin que desaparezcan las ganas de darse un chapuzón en el Río o practicar cualquier otra actividad refrescante, sea en el agua, con los vecinos o en las animadas terrazas nocturnas. La temporada de fiestas populares ofrece entonces las más alegres y concurridas, comenzando el solsticio de verano con Los Sanjuanes de Coria, lo acabamos con los Cristos de Calzadilla, Guijo de Galisteo, Portezuelo, Casas de D. Gómez,...Prácticamente durante todo el verano se pueden saborear las fiestas y el brillo y colorido de las verbenas y tradiciones.
Pero es en el largo otoño-primavera donde nuestro paisaje de dehesa, monte y olivar ofrece mejores posibilidades de contemplación y disfrute. La berrea de ciervos en El Rebollar, el herradero de las reses, la recolección de la aceituna, son actividades propias del otoño. Niebla baja entre encinas al amanecer que da paso a un sol radiante en un cielo limpio, de un azul eléctrico y horizontes perfilados.
La primavera es un baño de color, en la dehesa se trasforma el homogéneo verdor del matorral en amarillos, blancos, lilas, rojos,... ; el regadío se peina en surcos y, en el monte más abrupto y en el río, las aves comienzan sus periodo de nidificación y cría.
Los panoramas más espectaculares los disfrutamos desde el recóndito mirador de los Canchos, o los más accesibles de Aceituna, El Palancar y Portezuelo, que unen patrimonio histórico al natural o los que rodean Coria : El Sierro, Los Cuestos de Mínguez o en el que se asienta la original ermita de Nuestra Señora de Argeme.