No resulta fácil reivindicar una máxima tan universal como aquella que dice que la vida se compone de pequeños instantes, pero hoy quiero mostrarles mi apuesta por esos grandes momentos, sucesos que sólo tenemos la oportunidad de experimentarlos una vez y que por ello se convierten en únicos y especiales.
Es cierto e innegable que pequeños instantes, cosas o detalles conforman la alegría de la cotidianidad; como todos valoro el beso que mi pareja me regala para desearme los buenos días, las canciones que me acompañan en mi trayecto hacia el trabajo, la lectura de un gran libro, las películas que logran entretenerme o esas cenas rodeada de buenos amigos. Sin embargo, no obvio que a lo largo de nuestra vida existen grandes y diferentes momentos que hay que aprovecharlos y disfrutarlos de igual forma, pues en el futuro siempre determinan en mayor o menor medida nuestros pequeños instantes. Así se hacen irrepetibles y valorables acontecimientos como la boda con la persona que amamos, la celebración de cada uno de nuestros cumpleaños junto a grandes amigos, o la creación de eventos empresariales acompañados de compañeros y mejores clientes.
Nuestras miras deben alcanzar más allá y tener en cuenta que cada ocasión especial determina el grado de satisfacción que nos proporciona la cotidianidad de nuestros días. Pero entonces, como ocasiones únicas e irrepetibles, ¿por qué no disfrutarlas al máximo y otorgarles la importancia que se merecen? Vida sólo hay una… ¿La celebramos?