En mi corta experiencia de vida, tan solo 24 añitos, se me hace extraño tener la sensación de haber tardado tanto en llegar a apreciar de verdad la tierra en la que he crecido y vivido toda mi vida, mi tierra, mi Extremadura. Para aquellas personas alejadas de tan rica extensión de encinares, Extremadura se le puede antojar robusta, inhóspita e, incluso, torpe. Sin embargo puedo decir, sin temor a equivocarme, que mi tierra, mi Extremadura, es una tierra rica en historia, rica en sus gentes y en sus tradiciones; rica en posibilidades.
Si te atreves a visitar mi tierra, descubrirás paisajes que nunca antes habías tenido la posibilidad de contemplar, disfrutarás conociendo la historia escondida de cada pueblo y región; te encandilará el carácter de sus gentes; y terminarás amando a esta tierra y haciéndola tuya, porque mi tierra, mi Extremadura, es una gran madre que cuida y acoge a todos aquellos que desean descansar y crecer a la sombra de sus encinas y alcornoques.
Si te atreves a visitar mi tierra, encontrarás en ella una madre, una amiga y una amante. Porque el amor por Extremadura, el amor por mi tierra, es algo que he tardado en valorar, pero como reza el refrán “no es tarde si la dicha es buena”; y mejor dicha no habría podido esperar que tener la certeza de que este amor que por mi Extremadura siento sólo podrá verse incrementado a lo largo de los años venideros.