INTRODUCCIÓN A "LA COLINA"

  • Una colina. Una casa. Un morador. Un ruido.
    En lontananza, desde el pequeño asentamiento a las faldas del castillo del Conde de Chimeneas se divisa la colina que da origen a nuestra historia.
    Esa colina permanece inalterada desde hace décadas, como si ningún agente natural o humano pudiera hacerle cambiar el aspecto: sus plantas y morfología no han cambiado desde entonces, tiene la hierba verde en todas las épocas del año, no se divisan animales en ella, y su silencio contínuo hace levantar dolor de oídos.
    En la parte norte de la ladera existe una construcción, una casa, más bien una caseta realizada sin el más mínimo miramiento a los planos generales de un arquitecto, grotesca, mal distribuída, diríase que podría derrumbarla el lobo de los tres cerditos con uno de sus soplidos. Estaba inclinada porque el terreno era inclinado, no tenía ventanas ni ningún otro acceso que no fuera un agujero practicado en una de sus paredes a modo de puerta destartalada y cubierta con cartón piedra de cinco milímetros de espesor y flanqueada a los lados con distintas telas a modo de decrépitas cortinas mugrientas y rotas por el paso del tiempo.
    No todos en el asentamiento del castillo conocían la existencia de esa rudimentaria caseta, tan sólo lo sabían los más viejos del lugar y procuraban no hablar de ella cuando alguno más joven se encontraban en las cercanías: era un pacto hecho decenas de años atrás. Nadie en el asentamiento sentía la necesidad de ir a aquella colina porque sus vidas estaban constantemente ocupadas en cuidar de las tierras y el ganado del señor Conde de las Chimeneas, y apenas disponían de tiempo más que para comer y dormir finalizadas sus jornadas de trabajo.
    Los ancianos del lugar, por las mañanas, al reunirse en las afueras, solían hablar de lo sucedido en la colina hacía más de cincuenta años, cuando ellos eran los jóvenes del asentamiento, y siempre lo hacían sentados en círculo, de tal manera que siempre controlaban todos los flancos y lugares desde los que alguien pudiera acercarse y escuchar lo que no debían. ¿Para qué cambiar la costumbre si desde entonces todo había ido bien?...
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